"Desventuras" es la versión en español de mi cuento, "Future-Forward," publicada en inglés en la revista The Ampersand. Y digo "versión" en vez de "traducción" pues lo traduje para mis compañer@s bolivian@s y colombian@s y cambié unas partes tomando en cuenta el contexto. Muchas gracias a la gran poeta tatiana de la tierra que redactó mi castellano tan chueco. (en la foto, tatiana y yo; desgraciadamente, ella ya se nos fue.)
Desventuras
Ay, pero me da lástima el sufrimiento de mis semejantes. Qué me importa? Los derechos humanos. Qué no me importa? la fidelidad de mi pareja. Así que todas las amantes de mi esposo vienen a contarme sus desventuras.
Tú, pórque tan comprensiva? dice Cecilia.No hay que ser tan buena!
Cecilia es una de las queridas de mi esposo. Yo no soy comprensiva. No soy buena. Si no soy celosa, sencillamente, es porque me falta el sentimiento. Así nací. pues no merezco ningún elogio.
Sí, entiendo que la falta de sensación lleva peligro. Si uno no siente dolor, uf! la mano en el horno caliente! Si no acuso a mi esposo, si no lloro y grito y digo que lo voy a dejar--el va a creer que yo no lo amo. Y yo sí que quiero mucho a Reynaldo. Menos mal que sus mujeres me hacen llorar.
Fíjense, que a mí me importa su manera de comportarse conmigo. No me importa si Reynaldo quiere a otras-- o las quiere tirar. En realidad, lo que me molesta es la angustia que él les da. A veces se me hace que no es su culpa. Imagínense! Es rete difícil satisfacer a una sola mujer y ¿con tantas? Pero a veces las maltrata tanto que lloro por ellas y también por mí al verme casada con alguién tan cruel y egoista. Mis lágrimas tranquilizan a Reynaldo. El cree que estoy temiendo perderlo. Yo sí tengo miedo. Si sigue maltratando a sus novias, tengo miedo de dejar de quererlo.
* * * *
Hoy me toca tener compasión conmigo misma. Porque Elena está pegada a mi lado...quejándose quejándose...la insoportable Elena -- y por primera vez me siento muy hipócrita. Elena -- la cabrona, la idiota. Algunas de las mujeres de mi esposo son muy simpáticas. Elena? no! pero su mero estupidez aumenta el amor que llevo para Reynaldo. Demuestra una vez más que mi esposo tiene el corazón mas amplio y imparcial que el mío. Yo critico a todo mundo. Todos me caen gordos. Y cuando digo que alguien es tonto o antipático o simplemente odioso, Reynaldo siempre me pregunta: y pórque dices eso? Y no lo dice de un tono presumido o para regañarme. Me lo pregunta por interés sincero. Pero a la vez, su pregunta me recuerda que hay que tener pruebas antes de juzgar a nadie.
Bueno, yo sí que juzgué a Elena. Primer cargo: Cabrona. Segundo: Idiota, y ésta es la prueba: Está perturbada porque mi esposo le regaló un anillo. Fíjense,
hace poco Reynaldo y yo cruzamos la frontera. Siempre cuando estamos en México, mi esposo va de compras--pa' apoyar a la economía del país vecino. Pero a
nosotros nos antojan las cosas materiales. A lo mejor por eso tiene tantas queridas porque a ellas sí les gustan recibir regalos. Bueno, el anillo que le dio a la Elena se ve re te bonito. Un ópalo de fuego de un azul intenso con llamas de rosa y amarillo brillando en la piedra. Pero Elena dice que los ópalos traen mala suerte. Prefiero turquesa. Pero por favor, eso le da el motivo de llorar y mentarle la madre? Y es justo que ella me echa la culpa a mí porque no le recomendé comprar un mejor regalo?
Yo creo que su obsesión con cosas materiales demuestra su carácter liviano, pero Reynaldo--como siempre más comprensivo que yo--entiende que Elena sufre verdadero dolor y carencias profundas en el alma. Ay, mi esposo con su cara de ángel a pesar de los dientes torcidos, Reynaldo con la ternura que me muestra hasta el momento en que me destroza. Que odioso es! Cómo puede ser que usa Elena para enseñarme tener compasión!?! Pero sangrona idiota que sea, la abrazo y le ruego que no
llore.
"Elena, cuando las circunstancias de la vida nos oprimen, de todos modos tenemos la libertad de escoger: puedo fugarme de la situación, o tratar de cambiar las cosas, o crear una nueva interpretación de lo que me sucede. No encontramos la esencia del ser humano en la búsqueda del sentido de la vida? Si pienso, estoy libre, no? No se puede encarcelar al pensamiento. Siempre está libre la poesía, Elena. Libre la filosofía!"
"No me estás haciendo caso!"
Ay, la tonta! Cómo animarla? Toma. Le ofrezco--chicha, aguardiente?
Bendito sea Dios que a Reynaldo le gusta beber sin ser alcohólico. Antes cuando me enamoré con novios que tenían que ir a Alcohólicos Anónimos, la mera idea de emborracharme me parecía tan fea. Así que cuando me dejaron con el corazón herido claro que no pude recurrir a la botella. Pero como Reynaldo no sufre tal problema, ahora sí puedo emborracharme. Y cuando estoy chispas lo bueno es...bueno más que la sensación de alegría, de sentirme poderosa y temeraria, me fijo en todo el mundo que no puede aprovechar este modo tan sencillo y eficaz de aliviar las penas--me da lástima pensando en ellos, y me doy cuenta de la dichosa que soy.
Bueno, la única manera de animar a Elena es acompañarla al centro comercial. Ir de compras es algo que no me gusta para nada. A veces se me hace que Reynaldo tiene tantas queridas pa' que yo conozca a mujeres normales. Así yo puedo aprender como es ser mujer y normal.
Elena prueba ropa. Todo sale muy caro. A mi me llama la atención el puesto del centro de reclutamiento militar. Ya tiene nuevo letrero: centro de empleo patriota. Elena mira a los zapatos de tacón altísimo. Yo quiero entrar a la librería. "Perfecto," dice ella, "si allá se puede pedir un cafecito." Pues entramos, pedimos, nos sentamos y yo, no quiero estar, no quiero oír, ni la gente gritando con sus celulares ni Elena, quejándose como siempre.
"Adivina lo que deveras necesito," dice ella.
No quiero adivinar. No quiero saber, pero ella me lo dice: "que se me revelen mis vidas anteriores."
Pues ella me lleva a la vidente, ella que tiene su tiendecita junto a la peluquería, allá donde la señora nos ofrece cobrar una para las dos.
Prefiero que no me haga nada, pero Elena y yo pasamos a un cuarto oscuro detrás de una cortina. Nos acostamos, y viajamos al pasado.
De repente me estoy mirando a mí!-- el primer día de la secundaria. Llevo ropa nueva, de colores muy vivos, una blusa amarilla tan brillante que parece decirle al mundo Mírame! Quiero que todo mundo me reconozca! Me echo a llorar por ver a la niña que yo era antes, ella con su confianza, su esperanza.
Más atrás, aún más... Elena descubre que hace siglos ella se encontró en la esclavitud. El señor la violó y ella se fugó hasta los pantanos donde se le pegó la malaria y se murió temblando con fiebre mortal en la cañavera. Pobre! Ella está tan emocionada! Que maravilla saber que fue oprimida hace siglos. Elena, blanca, blanca, y mimada dice que debido a tanto sufrimiento en el pasado, hoy día todo mundo le tiene que complacer. Imagínense!
Yo descubro que maté a mi hermana. Ay no. No es cierto. Mi hermana vive muy feliz con su esposo y sus hijos. Pero quien sabe? puede ser que la vidente ha mostrado que llevo una deuda muy grande en el alma. La Cecilia dice que yo soy muy abnegada y hasta ahora yo no entendía porque.
"Claro que tenías envidia de tu hermana," dice Elena cuando salimos. Hablamos ya de mi verdadera hermana. Ella dice, "Cuando nació la mía, me enojé bastante así que no gozaba de toda toda todita la atención de mis papás."
Ay de mí! Las atenciones de mis papás! Siempre observándome, vigilándome, cuidádome. Cómo soportar tantas atenciones sola. Menos mal compartirlas con mi hermana. Y ella -- la niña más preciosa, más bonita. Rubios sus cabellos. Ojos cándidos que disfrazaban su malicia innata. Yo la mimaba, le decía que un día sería la más bella de las reinas de belleza.
"Sin envidia?" dice Elena.
Sí, absolutamente. Cuando metí la mano en la sopa de ella para sacar la carne y comérmela, no lo hice por envidia. Sencillamente, yo tenía hambre y quería tener más.
* * * *
Cuando Reynaldo va a cumplir años, todas las queridas quieren celebrar la fecha con él.
"Las invitamos todas a cenar? Te parece?"
Así que invitamos a Martha - la que se me acerca como gata, tocándome suavemente, calurosa y silenciosa.
Cata - que se come las uñas en cuanto que me vea.
Gloria que siempre dice Claro que voy! pero nunca llega.
Liliana -- una nueva. Yo no sabía.
Elena -- ya saben.
Y Cecilia que parece mucho a mi hermana.
Reynaldo prepara las bebidas. Se siente decepcionado porque Gloria no está.
Yo preparo dos cacerolas, una con carne, la otra vegetariana y todos comen con gusto.
Cecilia, tierna como mi hermana, quiere hablar a solas.
"Otra persona cumple años la semana que viene. Conoces a mi amigo, Marco."
Bueno, es cierto que Cecilia me lo presentó una vez cuando nos topamos en la calle. Se dice que Marco está enamorado de Cecilia pero ella no le hace caso. A lo mejor porque ella quiere tanto a Reynaldo.
"Va a celebrar con una cena en su casa. Tienes que ir."
Ay, qué maravilla! Marco es sumamente fantástico! Todo el mundo quiere conocerlo. Sale en las noticias todo el tiempo-- sus empresas, su visión para el futuro. Tan culto, además adinerado --Pertenece a un mundo social que yo apenas puedo imaginar.
Eso no quiere decir que no tengo mi propio mundo social. Reynaldo sí conoce a mucha gente, pero yo también. Tengo un montón de amigos -- incluso hombres, vaya -- aunque yo no me acueste con ellos -- pero si quisieran, quiéen sabe?
"Y que te vayas a la cena sin Reynaldo. Te parece?"
"Ah, pues uds. tienen cita."
Cecilia me da un abrazote muy fuerte. "Ay, como eres. Fantástica!"
Bueno, tengo que volverme bien fantástica si me toca ir a la cena de Marco.
* * * *
Y sí, muy fantástica la cena de Marco. Pero se me nota inmediatamente que cada quien tiene su pareja, salvo Marco y yo. Yo sé que los machos arrechos creen que en la noche de sus cumpleaños tienen el derecho absoluto, de gozar, tirándole a una mujer. Pues estoy pensando que Cecilia me mandó acá en plan de regalo! Que feo! Que voy a hacer? De repente, lo confieso, la idea me cae en gracia!
A cenar! Hay ostiones en su concha, langosta cocinada en baño de champaña, arroz estilo italiano y ensalada de todas las verduras de la primavera. Los invitados vienen de todas partes del mundo y están conversando en diversas lenguas. Hay botellas y botellas de vinos de lo más premiados. No me importa qué hace mi esposo en estos camomentos -- claro que yo estoy gozando más que él. Me encuentro en el quinto cielo. Ay! fumamos mota...y cada instante se ve más guapo este Marco y él me toca el brazo y me roza la pierna y yo le doy una sonrisa.
Me levanto pues necesito el baño. Me encanta el baño de Marco. Las paredes de madera pulida. Las toallas suaves y grandes. Todo limpiecito. Ay pero gorda gorda se ve mi panza con tanto comer. Ojalá y se vea mejor después de mear. Lavo las manos con jabón - ah - importado de Francia. Y salgo y camino tambaleando un poquito por el pasillo y aquí viene Marco. Sonrío. Veo su puño. Hay dos golpes, el segundo cuando choca mi espalda contra la pared. Marco? No parece enojado. En su cara, no veo ningúna emoción. Pero yo tampoco. No siento nada. Casi no me duele. Me quedo aturdida no más. Pero en mi cerebro una voz me habla: Te pegó. Tienes que irte y
ya! Marco no dice nada. Seguimos parados mirándonos. Luego volvemos donde están los invitados.
Hay sorbete de limón con fresas, chocolates con coñac, bizcocho y café y cuando los invitados empiecen a decir gracias y buenas noches, yo también recojo mi cartera y mi chal.
"Adónde vas?"
"A mi casa."
"No te vayas".
Digo, "Tengo que irme." Y me pega.
Esta vez me pega al frente de todo el mundo. Esta vez tiene un motivo. Que se entiendan uds - el hecho de que tiene un motivo no quiere decir que con el motivo tiene el derecho de pegarme. Pero sí, ya que veo su motivo me quita la confusión. Lo veo claramente. "Me pegaste," digo. Marco no dice nada. Y ya veo tan claramente que puedo
seguir: "Dos veces me pegaste."
Todos nos miran. Que estarán pensando? Es terrible, delincuente, imposible, a lo mejor es por haber tomado demasiado, o por la droga... Marco sonríe -- la sonrisa de un niño, tímido, dulce, ansioso de aprobación. Y los invitados...que piensan? Marco es juguetón, no tuvo mala intención, no hay que juzgarlo, hay que ser comprensivo... Para ellos, igual que para mí, lo que ha pasado no tiene sentido.
Pero mi cerebro sigue hablándome. Obedezco y salgo. Me sigue Marco. Me abraza y lo permito. Creo que lo permito por cuidadosa, no hay que enojarlo más de la cuenta. Pero luego se me hace que después de que alguien me haya pegado, lo que necesito es que alguien me abrace-- y él que me pegó es el único aquí conmigo.
"Te estimo tanto."
Me besa y yo le devuelvo los besos.
Le contesto obedientemente, "y yo te estimo igual."
* * * *
Mi cerebro me avisa, no debes manejar el carro despues de tomar. Pero a la vez me dice te urge llegar a casa. ya. Mi cerebro dice: Un hombre te pegó. Pero no se trata de un hombre común y corriente. Es una persona admirable. Alguien que conozco--más o menos. Lo respetaba. Y estaba dispuesta de...ya saben... ! Te pegó, dice mi cerebro. Lo dice una y otra vez, esperando que yo sienta algo. Pero no. Nada. Mi cerebro dice: Hay que perturbarte por lo que te pasó. Tienes que llorar. Pero no lloro. Mi cerebro
dice: Haz ya que vengan las lágrimas. Pues me fijo en pensamientos de mi esposo Reynaldo y como lo quiero y como me hace sufrir. De repente estoy llorando y gritando y golpeando el volante con mis puños. Yo, tan inquieta, y borracha, y confusa que de veras no tengo el derecho de manejar. Pero no fue culpa mía el choque.
Yo sí paré el carro en el semáforo como se debe pero el automóvil detrás del mío: pum! Ni entendí lo que pasó hasta que mi cerebro dijo: Te pegó. Me bajo. Y fíjense que no puedo caminar bien en los zapatos de tacón alto que me puse esperando que a Marco le iban a gustar. Se me torció el tobillo. Estoy boca abajo en la calle, llorando, y ya me doy cuenta de un hombre arrodillado a mi lado con su celular.
"Estoy pidiendo una ambulancia."
"No, no, estoy bien." Y de repente, entiendo todo. Marco está enojado con Cecilia pero como él la ama, no le puede pegar a ella. Así que me pegó a mí. O! Suena como un gemido pero es que acabo de entender.
"Ud. necesita un médico."
"No, no es su culpa!"
Veo sus ojos inquietos. Marco no tiene remordimientos. Reynaldo tampoco se preocupa por mí.
"Deveras que está bien?" dice el desconocido. "Lo siento tanto."
Me arrastro por la calle a ver el daño del carro. El señor desconocido me ayuda a ponerme de pie. "Discúlpame, por favor."
Me cuesta trabajo ver bien por la oscuridad de la noche, pero parece bien simpatico el hombre y en cuanto al carro, no veo daño, tal vez una mancha, un rasguño chiquitito.
"Se siente bien?" El quiere darme su nombre y apellido y teléfono y los datos de su compañía de aseguranza.
"No es nada. Un rasguño no mas. No le hace."
No sé. Que tal si yo hubiera tomado sus datos? Y si lo llamo por teléfono? Tal vez me conviene conocer a la clase de hombre que quiera saber si yo estoy bien. Pero me pegó con su carro y no voy a llamar a ningún hombre que me pegue.
* * * *
Veo las luces encendidas en mi casa. Habrá alguien--alguna mujer allá? Entro descalza, los tacones en las manos. Reynaldo está solito, con un vaso, con una revista, con un disco de jazz en el tocadiscos. Me mira y oigo mi nombre y por el tono de su voz me doy cuenta que algo está fuera de normal. Ah! veo que mi vestido está descosido por arrastrarme en la calle.
Reynaldo viene a mi lado. Toma mi cara entre sus manos. Me abraza, sus brazos tan fuertes y calurosos.
"Que te pasó?" Me acaricia los cabellos.
"Ay, tú sabes."
"No, en realidad no sé. Cómo estás, mi amor. Estás bien?"
Le digo que sí, como no, estoy bien.
"Estoy preocupado por tí," dice.
Yo también, me preocupo. Como explicar el sentimiento que surge en mí? Cuando lo puedo nombrar, a Reynaldo se lo diré.
* * * * *
tatiana de la tierra falleció el día 31 de julio de 2012. La extraño muchísima. Véase unos recuerdos (perdón, en inglés) de su vida aquí.
Desventuras
Ay, pero me da lástima el sufrimiento de mis semejantes. Qué me importa? Los derechos humanos. Qué no me importa? la fidelidad de mi pareja. Así que todas las amantes de mi esposo vienen a contarme sus desventuras.
Tú, pórque tan comprensiva? dice Cecilia.No hay que ser tan buena!
Cecilia es una de las queridas de mi esposo. Yo no soy comprensiva. No soy buena. Si no soy celosa, sencillamente, es porque me falta el sentimiento. Así nací. pues no merezco ningún elogio.
Sí, entiendo que la falta de sensación lleva peligro. Si uno no siente dolor, uf! la mano en el horno caliente! Si no acuso a mi esposo, si no lloro y grito y digo que lo voy a dejar--el va a creer que yo no lo amo. Y yo sí que quiero mucho a Reynaldo. Menos mal que sus mujeres me hacen llorar.
Fíjense, que a mí me importa su manera de comportarse conmigo. No me importa si Reynaldo quiere a otras-- o las quiere tirar. En realidad, lo que me molesta es la angustia que él les da. A veces se me hace que no es su culpa. Imagínense! Es rete difícil satisfacer a una sola mujer y ¿con tantas? Pero a veces las maltrata tanto que lloro por ellas y también por mí al verme casada con alguién tan cruel y egoista. Mis lágrimas tranquilizan a Reynaldo. El cree que estoy temiendo perderlo. Yo sí tengo miedo. Si sigue maltratando a sus novias, tengo miedo de dejar de quererlo.
* * * *
Hoy me toca tener compasión conmigo misma. Porque Elena está pegada a mi lado...quejándose quejándose...la insoportable Elena -- y por primera vez me siento muy hipócrita. Elena -- la cabrona, la idiota. Algunas de las mujeres de mi esposo son muy simpáticas. Elena? no! pero su mero estupidez aumenta el amor que llevo para Reynaldo. Demuestra una vez más que mi esposo tiene el corazón mas amplio y imparcial que el mío. Yo critico a todo mundo. Todos me caen gordos. Y cuando digo que alguien es tonto o antipático o simplemente odioso, Reynaldo siempre me pregunta: y pórque dices eso? Y no lo dice de un tono presumido o para regañarme. Me lo pregunta por interés sincero. Pero a la vez, su pregunta me recuerda que hay que tener pruebas antes de juzgar a nadie.
Bueno, yo sí que juzgué a Elena. Primer cargo: Cabrona. Segundo: Idiota, y ésta es la prueba: Está perturbada porque mi esposo le regaló un anillo. Fíjense,
hace poco Reynaldo y yo cruzamos la frontera. Siempre cuando estamos en México, mi esposo va de compras--pa' apoyar a la economía del país vecino. Pero a
nosotros nos antojan las cosas materiales. A lo mejor por eso tiene tantas queridas porque a ellas sí les gustan recibir regalos. Bueno, el anillo que le dio a la Elena se ve re te bonito. Un ópalo de fuego de un azul intenso con llamas de rosa y amarillo brillando en la piedra. Pero Elena dice que los ópalos traen mala suerte. Prefiero turquesa. Pero por favor, eso le da el motivo de llorar y mentarle la madre? Y es justo que ella me echa la culpa a mí porque no le recomendé comprar un mejor regalo?
Yo creo que su obsesión con cosas materiales demuestra su carácter liviano, pero Reynaldo--como siempre más comprensivo que yo--entiende que Elena sufre verdadero dolor y carencias profundas en el alma. Ay, mi esposo con su cara de ángel a pesar de los dientes torcidos, Reynaldo con la ternura que me muestra hasta el momento en que me destroza. Que odioso es! Cómo puede ser que usa Elena para enseñarme tener compasión!?! Pero sangrona idiota que sea, la abrazo y le ruego que no
llore.
"Elena, cuando las circunstancias de la vida nos oprimen, de todos modos tenemos la libertad de escoger: puedo fugarme de la situación, o tratar de cambiar las cosas, o crear una nueva interpretación de lo que me sucede. No encontramos la esencia del ser humano en la búsqueda del sentido de la vida? Si pienso, estoy libre, no? No se puede encarcelar al pensamiento. Siempre está libre la poesía, Elena. Libre la filosofía!"
"No me estás haciendo caso!"
Ay, la tonta! Cómo animarla? Toma. Le ofrezco--chicha, aguardiente?
Bendito sea Dios que a Reynaldo le gusta beber sin ser alcohólico. Antes cuando me enamoré con novios que tenían que ir a Alcohólicos Anónimos, la mera idea de emborracharme me parecía tan fea. Así que cuando me dejaron con el corazón herido claro que no pude recurrir a la botella. Pero como Reynaldo no sufre tal problema, ahora sí puedo emborracharme. Y cuando estoy chispas lo bueno es...bueno más que la sensación de alegría, de sentirme poderosa y temeraria, me fijo en todo el mundo que no puede aprovechar este modo tan sencillo y eficaz de aliviar las penas--me da lástima pensando en ellos, y me doy cuenta de la dichosa que soy.
Bueno, la única manera de animar a Elena es acompañarla al centro comercial. Ir de compras es algo que no me gusta para nada. A veces se me hace que Reynaldo tiene tantas queridas pa' que yo conozca a mujeres normales. Así yo puedo aprender como es ser mujer y normal.
Elena prueba ropa. Todo sale muy caro. A mi me llama la atención el puesto del centro de reclutamiento militar. Ya tiene nuevo letrero: centro de empleo patriota. Elena mira a los zapatos de tacón altísimo. Yo quiero entrar a la librería. "Perfecto," dice ella, "si allá se puede pedir un cafecito." Pues entramos, pedimos, nos sentamos y yo, no quiero estar, no quiero oír, ni la gente gritando con sus celulares ni Elena, quejándose como siempre.
"Adivina lo que deveras necesito," dice ella.
No quiero adivinar. No quiero saber, pero ella me lo dice: "que se me revelen mis vidas anteriores."
Pues ella me lleva a la vidente, ella que tiene su tiendecita junto a la peluquería, allá donde la señora nos ofrece cobrar una para las dos.
Prefiero que no me haga nada, pero Elena y yo pasamos a un cuarto oscuro detrás de una cortina. Nos acostamos, y viajamos al pasado.
De repente me estoy mirando a mí!-- el primer día de la secundaria. Llevo ropa nueva, de colores muy vivos, una blusa amarilla tan brillante que parece decirle al mundo Mírame! Quiero que todo mundo me reconozca! Me echo a llorar por ver a la niña que yo era antes, ella con su confianza, su esperanza.
Más atrás, aún más... Elena descubre que hace siglos ella se encontró en la esclavitud. El señor la violó y ella se fugó hasta los pantanos donde se le pegó la malaria y se murió temblando con fiebre mortal en la cañavera. Pobre! Ella está tan emocionada! Que maravilla saber que fue oprimida hace siglos. Elena, blanca, blanca, y mimada dice que debido a tanto sufrimiento en el pasado, hoy día todo mundo le tiene que complacer. Imagínense!
Yo descubro que maté a mi hermana. Ay no. No es cierto. Mi hermana vive muy feliz con su esposo y sus hijos. Pero quien sabe? puede ser que la vidente ha mostrado que llevo una deuda muy grande en el alma. La Cecilia dice que yo soy muy abnegada y hasta ahora yo no entendía porque.
"Claro que tenías envidia de tu hermana," dice Elena cuando salimos. Hablamos ya de mi verdadera hermana. Ella dice, "Cuando nació la mía, me enojé bastante así que no gozaba de toda toda todita la atención de mis papás."
Ay de mí! Las atenciones de mis papás! Siempre observándome, vigilándome, cuidádome. Cómo soportar tantas atenciones sola. Menos mal compartirlas con mi hermana. Y ella -- la niña más preciosa, más bonita. Rubios sus cabellos. Ojos cándidos que disfrazaban su malicia innata. Yo la mimaba, le decía que un día sería la más bella de las reinas de belleza.
"Sin envidia?" dice Elena.
Sí, absolutamente. Cuando metí la mano en la sopa de ella para sacar la carne y comérmela, no lo hice por envidia. Sencillamente, yo tenía hambre y quería tener más.
* * * *
Cuando Reynaldo va a cumplir años, todas las queridas quieren celebrar la fecha con él.
"Las invitamos todas a cenar? Te parece?"
Así que invitamos a Martha - la que se me acerca como gata, tocándome suavemente, calurosa y silenciosa.
Cata - que se come las uñas en cuanto que me vea.
Gloria que siempre dice Claro que voy! pero nunca llega.
Liliana -- una nueva. Yo no sabía.
Elena -- ya saben.
Y Cecilia que parece mucho a mi hermana.
Reynaldo prepara las bebidas. Se siente decepcionado porque Gloria no está.
Yo preparo dos cacerolas, una con carne, la otra vegetariana y todos comen con gusto.
Cecilia, tierna como mi hermana, quiere hablar a solas.
"Otra persona cumple años la semana que viene. Conoces a mi amigo, Marco."
Bueno, es cierto que Cecilia me lo presentó una vez cuando nos topamos en la calle. Se dice que Marco está enamorado de Cecilia pero ella no le hace caso. A lo mejor porque ella quiere tanto a Reynaldo.
"Va a celebrar con una cena en su casa. Tienes que ir."
Ay, qué maravilla! Marco es sumamente fantástico! Todo el mundo quiere conocerlo. Sale en las noticias todo el tiempo-- sus empresas, su visión para el futuro. Tan culto, además adinerado --Pertenece a un mundo social que yo apenas puedo imaginar.
Eso no quiere decir que no tengo mi propio mundo social. Reynaldo sí conoce a mucha gente, pero yo también. Tengo un montón de amigos -- incluso hombres, vaya -- aunque yo no me acueste con ellos -- pero si quisieran, quiéen sabe?
"Y que te vayas a la cena sin Reynaldo. Te parece?"
"Ah, pues uds. tienen cita."
Cecilia me da un abrazote muy fuerte. "Ay, como eres. Fantástica!"
Bueno, tengo que volverme bien fantástica si me toca ir a la cena de Marco.
* * * *
Y sí, muy fantástica la cena de Marco. Pero se me nota inmediatamente que cada quien tiene su pareja, salvo Marco y yo. Yo sé que los machos arrechos creen que en la noche de sus cumpleaños tienen el derecho absoluto, de gozar, tirándole a una mujer. Pues estoy pensando que Cecilia me mandó acá en plan de regalo! Que feo! Que voy a hacer? De repente, lo confieso, la idea me cae en gracia!
A cenar! Hay ostiones en su concha, langosta cocinada en baño de champaña, arroz estilo italiano y ensalada de todas las verduras de la primavera. Los invitados vienen de todas partes del mundo y están conversando en diversas lenguas. Hay botellas y botellas de vinos de lo más premiados. No me importa qué hace mi esposo en estos camomentos -- claro que yo estoy gozando más que él. Me encuentro en el quinto cielo. Ay! fumamos mota...y cada instante se ve más guapo este Marco y él me toca el brazo y me roza la pierna y yo le doy una sonrisa.
Me levanto pues necesito el baño. Me encanta el baño de Marco. Las paredes de madera pulida. Las toallas suaves y grandes. Todo limpiecito. Ay pero gorda gorda se ve mi panza con tanto comer. Ojalá y se vea mejor después de mear. Lavo las manos con jabón - ah - importado de Francia. Y salgo y camino tambaleando un poquito por el pasillo y aquí viene Marco. Sonrío. Veo su puño. Hay dos golpes, el segundo cuando choca mi espalda contra la pared. Marco? No parece enojado. En su cara, no veo ningúna emoción. Pero yo tampoco. No siento nada. Casi no me duele. Me quedo aturdida no más. Pero en mi cerebro una voz me habla: Te pegó. Tienes que irte y
ya! Marco no dice nada. Seguimos parados mirándonos. Luego volvemos donde están los invitados.
Hay sorbete de limón con fresas, chocolates con coñac, bizcocho y café y cuando los invitados empiecen a decir gracias y buenas noches, yo también recojo mi cartera y mi chal.
"Adónde vas?"
"A mi casa."
"No te vayas".
Digo, "Tengo que irme." Y me pega.
Esta vez me pega al frente de todo el mundo. Esta vez tiene un motivo. Que se entiendan uds - el hecho de que tiene un motivo no quiere decir que con el motivo tiene el derecho de pegarme. Pero sí, ya que veo su motivo me quita la confusión. Lo veo claramente. "Me pegaste," digo. Marco no dice nada. Y ya veo tan claramente que puedo
seguir: "Dos veces me pegaste."
Todos nos miran. Que estarán pensando? Es terrible, delincuente, imposible, a lo mejor es por haber tomado demasiado, o por la droga... Marco sonríe -- la sonrisa de un niño, tímido, dulce, ansioso de aprobación. Y los invitados...que piensan? Marco es juguetón, no tuvo mala intención, no hay que juzgarlo, hay que ser comprensivo... Para ellos, igual que para mí, lo que ha pasado no tiene sentido.
Pero mi cerebro sigue hablándome. Obedezco y salgo. Me sigue Marco. Me abraza y lo permito. Creo que lo permito por cuidadosa, no hay que enojarlo más de la cuenta. Pero luego se me hace que después de que alguien me haya pegado, lo que necesito es que alguien me abrace-- y él que me pegó es el único aquí conmigo.
"Te estimo tanto."
Me besa y yo le devuelvo los besos.
Le contesto obedientemente, "y yo te estimo igual."
* * * *
Mi cerebro me avisa, no debes manejar el carro despues de tomar. Pero a la vez me dice te urge llegar a casa. ya. Mi cerebro dice: Un hombre te pegó. Pero no se trata de un hombre común y corriente. Es una persona admirable. Alguien que conozco--más o menos. Lo respetaba. Y estaba dispuesta de...ya saben... ! Te pegó, dice mi cerebro. Lo dice una y otra vez, esperando que yo sienta algo. Pero no. Nada. Mi cerebro dice: Hay que perturbarte por lo que te pasó. Tienes que llorar. Pero no lloro. Mi cerebro
dice: Haz ya que vengan las lágrimas. Pues me fijo en pensamientos de mi esposo Reynaldo y como lo quiero y como me hace sufrir. De repente estoy llorando y gritando y golpeando el volante con mis puños. Yo, tan inquieta, y borracha, y confusa que de veras no tengo el derecho de manejar. Pero no fue culpa mía el choque.
Yo sí paré el carro en el semáforo como se debe pero el automóvil detrás del mío: pum! Ni entendí lo que pasó hasta que mi cerebro dijo: Te pegó. Me bajo. Y fíjense que no puedo caminar bien en los zapatos de tacón alto que me puse esperando que a Marco le iban a gustar. Se me torció el tobillo. Estoy boca abajo en la calle, llorando, y ya me doy cuenta de un hombre arrodillado a mi lado con su celular.
"Estoy pidiendo una ambulancia."
"No, no, estoy bien." Y de repente, entiendo todo. Marco está enojado con Cecilia pero como él la ama, no le puede pegar a ella. Así que me pegó a mí. O! Suena como un gemido pero es que acabo de entender.
"Ud. necesita un médico."
"No, no es su culpa!"
Veo sus ojos inquietos. Marco no tiene remordimientos. Reynaldo tampoco se preocupa por mí.
"Deveras que está bien?" dice el desconocido. "Lo siento tanto."
Me arrastro por la calle a ver el daño del carro. El señor desconocido me ayuda a ponerme de pie. "Discúlpame, por favor."
Me cuesta trabajo ver bien por la oscuridad de la noche, pero parece bien simpatico el hombre y en cuanto al carro, no veo daño, tal vez una mancha, un rasguño chiquitito.
"Se siente bien?" El quiere darme su nombre y apellido y teléfono y los datos de su compañía de aseguranza.
"No es nada. Un rasguño no mas. No le hace."
No sé. Que tal si yo hubiera tomado sus datos? Y si lo llamo por teléfono? Tal vez me conviene conocer a la clase de hombre que quiera saber si yo estoy bien. Pero me pegó con su carro y no voy a llamar a ningún hombre que me pegue.
* * * *
Veo las luces encendidas en mi casa. Habrá alguien--alguna mujer allá? Entro descalza, los tacones en las manos. Reynaldo está solito, con un vaso, con una revista, con un disco de jazz en el tocadiscos. Me mira y oigo mi nombre y por el tono de su voz me doy cuenta que algo está fuera de normal. Ah! veo que mi vestido está descosido por arrastrarme en la calle.
Reynaldo viene a mi lado. Toma mi cara entre sus manos. Me abraza, sus brazos tan fuertes y calurosos.
"Que te pasó?" Me acaricia los cabellos.
"Ay, tú sabes."
"No, en realidad no sé. Cómo estás, mi amor. Estás bien?"
Le digo que sí, como no, estoy bien.
"Estoy preocupado por tí," dice.
Yo también, me preocupo. Como explicar el sentimiento que surge en mí? Cuando lo puedo nombrar, a Reynaldo se lo diré.
* * * * *
tatiana de la tierra falleció el día 31 de julio de 2012. La extraño muchísima. Véase unos recuerdos (perdón, en inglés) de su vida aquí.